January 11, 2006

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La invasión china
Por Karina Márquez Paredes


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Tienen que hacer algo: él me viene siguiendo y ahora sí tengo miedo. Ya van varias veces que me observa desde lejos y hoy me di cuenta que siempre lo hace a la mañana siguiente de un asesinato. Le voy a contar desde el principio, para no confundirlo. La primera vez que lo vi, fue en una fiesta. Estaba platicando con unos amigos cuando sentí que me observaba a lo lejos, entre dos o tres grupos de personas. Volteé de nuevo con mis amigos y, al regresar la vista, él ya no estaba. Días después lo volví a ver en la parte trasera de un taxi; era de esos días en los que me dio por pasar las noches en casa, que se me empezaron a antojar otro tipo de cosas. Una tarde sentí todo acumulado dentro. Nunca había sentido tantas ganas como ese día. Ganas porque sí, ganas por ganas. Esa noche me fui a una fiesta. Se me hace que venía del baño cuando me senté a fumar un cigarrillo en la fuente, la verdad no lo recuerdo muy bien. Lo que sí recuerdo es que, justo cuando lo iba a encender, apareció de nuevo, pero esta vez me ofreció lumbre y un tequila. Platicamos un buen rato, como lo de dos o tres caballitos más; después regresé con mis amigos, pero me di cuenta que el resto de la noche me estuvo viendo. Lo hacía de una manera muy fija, sin ningún disimulo su mirada me buscaba a donde fuera: mientras bailaba, en la barra, en la terraza, cuando platicaba con alguien. Un par de horas más tarde dejé de verlo y sentí curiosidad por buscarlo, pero me empecé a sentir muy ebria y mejor me fui. Creo que esa noche ni me despedí de nadie. Cuando llegué al estacionamiento ahí estaba, de nuevo, sentado en el cofre, con una botella de tequila en la mano. En este momento me extraña no haberle preguntado cómo supo que ese era mi carro. Esa noche me hizo reír mucho; su presencia fue como muy familiar, como si siempre hubiese estado ahí. Después de ese día, empezamos a vernos en mi casa. Las fiestas dejaron de interesarme y poco a poco me alejé de la gente de siempre; simplemente dejé de hablarles, de responder sus correos, sus llamadas. Sin que me diera muy bien cuenta, todo se convirtió en él. Todo era él. Siempre llegaba a mi casa a eso de las siete, cuando ya le llevaba unos cuantos caballitos de ventaja. Las tardes y noches se iban en tonterías, con música, en ropa interior por toda la casa. Justo ahora es que me doy cuenta de lo raro de su presencia, de lo raro de tan repentina familiaridad. Después de varias semanas le dije que tenía que ponerme a trabajar. Fue ese mismo día cuando le conté de mi guión inconcluso. Es que yo escribo guiones y en este momento estoy haciendo el de un cortometraje. Y esto se lo cuento porque tiene mucho, de hecho todo que ver con lo que está pasando. Quién sabe qué fue lo que hizo que empezara, bien raro, a sentirse como parte del guión, que por cierto todavía no termino. Desde esa tarde estuvo aportando ideas y preguntándome hasta el más mínimo detalle; me ayudó mucho en ciertas partes donde la historia se caía o era poco creíble, escribió diálogos e incluso se puso a actuarlos. La trama del guión se desarrolla en Tijuana en el año 2089. Un grupo terrorista no identificado puso una bomba en el centro de la ciudad causando la muerte de todos sus habitantes, salvo una extraña exclusión: no murió ni un solo chino. Sin nadie que los detuviera y valiéndose de esas cláusulas ambiguas que existen en la ley, los chinos se las ingeniaron para apropiarse de la ciudad. Cobrando rentas altísimas, dejaron abrir a indoneses y japoneses una que otra maquiladora o conservar las que ya tenían. Nadie que no fuera oriental podía vivir en Tijuana, adquirir alguna propiedad, invertir en un negocio, ni trabajar de manera formal o informal. Podían visitarla quienes contaran con una cuenta de banco conveniente y quedarse en sus hoteles por tiempo indefinido. A nadie le interesaba que Tijuana fuera una colonia china. De por sí siempre había sido considerada cosa aparte, un mito que no se cree aunque se viva, esa condición fantasmagórica. Tijuana era más de paso que nunca. La opulencia. Una ciudad paradisíaca, casi privada. He avanzado muy poco y algunas situaciones que han surgido no se las cuento porque no están del todo definidas, pero en general ese es el entorno donde empieza a desarrollarse la historia del cortometraje. No me vea así. No vaya usted a pensar que le estoy jugando una broma, con vidas de por medio sería de muy mal gusto: no sé porqué, pero él se tomó muy en serio las mafufadas de una ficción futurista y realmente logró asustarme. Después de la noche que le conté la trama del guión, nos seguimos viendo como dos semanas más, no estoy del todo segura cuánto fue porque el tiempo a veces se me nubla. Hay algo que ahora me intriga y no me explico porqué no lo hizo antes. A pesar de ser la única persona con la que convivía, después de acostarnos se quedaba dos horas, a veces más, pero nunca me tocó encontrarlo junto a mí al despertar. Tampoco tengo muy claro si se despedía o si simplemente se levantaba y se iba. Él me habló poco de su vida y yo tampoco pregunté gran cosa. Sólo supe que trabajaba en una agencia de publicidad y un par de veces me contó problemas laborales muy comunes, como los de todos, nada muy íntimo. Ahorita es que me doy cuenta de lo extraño de no haber preguntado más. Él, en cambio, parecía estar muy interesado en mis asuntos. Cada vez que le contaba lo que había escrito, la expresión de su rostro cambiaba, parecía que la trama del guión formaba una parte medular en su vida o algo así; muy extraño. Ninguna noche con él se parecía a la otra. La única constante en nuestras vidas era vernos todas las tardes, después de las siete, puntuales en una cita insospechada y a la vez hecha por la costumbre. Una tarde, mientras se tomaba una cerveza en la sala, sentí otra vez unas ganas muy grandes. Eran igual de intensas a las del día que me habló por primera vez, pero esta vez eran porque ya no estuviera ahí. No me animé a decírselo, pero ni falta hizo. Y aquí es en realidad donde todo empieza. Esa madrugada me abrazó como con todo el cuerpo. Fue la última vez que estuvimos juntos. Al día siguiente abrí la puerta para recoger el periódico y sentí que me observaba. Estoy segura que se trataba de él, no podría confundir su mirada. Volteé a todos lados pero no estaba. En la Policiaca había una nota de un homicidio de unos turistas chinos, el primero, el que fue al pie de la Catedral. La tarde siguiente la tengo medio borrada pero supongo haberme sentido rara sin él: el tequila nunca sabe igual en soledad. Tres o cuatro días después, al salir por el periódico, sentí otra vez que me observaba. Entré a la casa, me fui directo a la Policiaca y leí sobre el asesinato perpetrado contra dos chinos que trabajan en un restaurante, los que fueron baleados y asfixiados. Como que me quiso dar miedo pero al mismo tiempo el guión de la invasión china se estaba poniendo interesante y, a pesar de los hilos sueltos, me metía tanto en él que al sentarme a escribir no pensaba en otra cosa. En serio que hasta ahora que se lo cuento a usted es que me doy cuenta de lo extraño de su presencia, de mis reacciones: después de haber dependido completamente de él, dejé de verlo y no tuve ni la más mínima intención de buscarlo, aunque no hubiera sabido dónde, claro, pero la intención nunca la tuve. La noche de ayer trabajé hasta la madrugada, apagué la computadora y fui a la cocina por los últimos tequilas. Supongo que después de eso me quedé dormida. La mañana de hoy supe, antes de leer el periódico, que al menos un chino había sido asesinado. Esta vez sentir su mirada me dio mucho miedo y entré rápido a la casa. Una vez adentro, me enteré que una china fue estrangulada cuando salió de un bar. Antes de venir estuve muchas horas sin animarme a salir, caminando entre los muebles, para todos lados, pero tenía que venir a contarles a pesar de saber que él me seguiría. Por eso estoy aquí, solicitando algún tipo de protección. No ponga esa cara de incredulidad señor, usted no sabe lo que es que a uno lo observen de ese modo, que lo sigan. Usted sale, se va a su casa y se olvida de todo, yo regreso a la mía, a escribir el guión.

Nota: cuento publicado en la revista Tierra Adentro no. 136, edición Octubre-Noviembre 2005. Reproducido con permiso de la autora.

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