Marlon Brando: the wild one
Es difícil entender, hoy, a Brando como un hombre revolucionario. La mención de su nombre nos sugiere a aquel excéntrico viejo devastado, involucrado en toda especie de escándalos: actor exigente e insoportable que no sólo saboteó rodajes para causar problemas a los directores que le desagradaban, sino que llegó a cobrar cuatro millones de dólares por unos mediocres diez minutos en Superman.
Sin embargo, Marlon Brando fue mucho más que un ser problemático. Fue un artista entregado a su capacidad de expresión y a sus delicadas interpretaciones. Ajeno, en sus buenos momentos, a la egolatría, a la vanidad y a la pereza. También, un alma torturada, un hombre atormentado por una niñez traumática y una sensibilidad herida por infinidad de golpes. Sobre él, Anthony Quinn llegó a decir: admiro su talento, pero no envidio el dolor que lo ha creado.
- Hey, Stella! Stella!
1951. A Streetcar Named Desire. Monumental. La obra de teatro norteamericana más importante de su tiempo llevada a Hollywood. Y consigo, llevó también al incontenible protagonista de la versión escénica. Marlon Brando ya había sido requerido por los estudios desde que dejó las bocas abiertas en Broadway en los años 40, pero indispuesto a someterse a la indignidad de un contrato, rechazó una y otra vez las ofertas para unirse a los establos. Salvo el protagónico de la película The Men (1950) -acerca de un hospital de veteranos-, el actor había rechazado siempre a Hollywood. Por eso, Un tranvía… traía consigo algo más que una historia sórdida y explosiva acerca de un hombre que, a través del abuso y la agresión, lleva al límite a una ninfómana esquizofrénica; traía consigo al actor que representaría un nuevo estilo de interpretación y al hombre salvaje, instintivo, animal, lejano a la sofisticación de un Cary Grant o a la parsimonia de un Henry Fonda. Brando representa, con Stanley Kowalski, a la masculinidad irreprimible y primitiva y, su caracterización, pone en evidencia un crudo realismo alejado de la plasticidad y de la afectación de los ídolos de matinée. Ese es el gran logro de un actor consumido por su papel. No se vuelve un estuche de manierismos, complementado por un acento y aderezado con vestuario y maquillaje. Frente a nuestros ojos existe sólo el obrero bruto y enjaulado, con una frágil y apasionada relación con su masoquista esposa y, con desconfianza y hostilidad hacia su cuñada Blanche DuBois. Brando desaparece.
Sería fácil pensar que es una conjunción perfecta entre un actor y un papel, de la misma manera en que Bela Lugosi parece vampiro o James Cagney parece gángster; sin embargo, sus próximos papeles pondrían en claro la magnitud del talento de Brando. El lanzamiento de Un Tranvía… lo volvió, instantáneamente, una estrella, un símbolo sexual, un icono cultural… un Marilyn Monroe sudoroso y bestial.
- You don’t understand. I coulda had class; I coulda been a contender
1954. On the Waterfront. La urgencia política de la cacería de brujas. Un apasionado posicionamiento de Elia Kazan y Budd Schulberg para defenderse de las críticas. El resultado: un clásico en blanco y negro durante el esplendor del Cinemascope Technicolor. Una película íntima acerca de la conciencia y la culpa de un estibador en los corruptos muelles de New Jersey. Al también ex boxeador, haciendo encarguitos para un corrupto líder sindical, le asalta la culpa tras llevar a un compañero a su muerte. Un romance con la hermana del muerto y la presión de un aguerrido sacerdote, le incitan a exponer la corrupción ante una comisión investigadora.
Al igual que Brando, muchos de los creativos involucrados en la película pertenecieron al Actors Studio u otras impulsoras de las ideas de Stanislavski: el hiperrealismo psicológico, la caracterización a través de la experiencia, la autenticidad de las emociones, la inversión total en el personaje. En tan grata compañía, Brando no hace más que entregar una de las mejores actuaciones, no sólo de su carrera sino de todo el cine de la posguerra.
Su Terry Malloy es el proletariado oprimido, es la víctima dispuesta a vengarse, es el hombre del pueblo que ve en el testimonio público su oportunidad. En las manos de Brando (y no de Frank Sinatra, horror de casting graciosamente evitado), el personaje se manifiesta a través de gestos tan naturales como imperceptibles. Sólo a través de una observación cuidadosa se puede ver cómo Brando se utiliza totalmente. No se congela para dar sus diálogos, no busca su marca para reaccionar. Sus movimientos no son indicativos de alguna intención dramática o de una composición especial, ni son afectaciones del personaje ni lucimiento personal. Su actuación es invisible e inconciente; no nos percatamos de ella porque no hay tal. Terry Malloy no es sólo alegoría o tragedia, gracias a Brando, es carne y hueso.
- I’ll make you an offer you can’t refuse
Sin duda, la historia más trágica protagonizada por Brando, fue la propia. Su consolidación en Hollywood le significó el poder de formar sus películas, pero a la vez, propició su caída. Después de un periodo de gran intensidad creativa, Brando quedó harto de Hollywood. El problema fue que no huyó, sino que trabajó por grandes salarios en proyectos que no le apasionaban. Desquitó su frustración con peticiones exorbitantes y con el maltrato a sus directores y productores. Por ello, no es extraño que sus interpretaciones durante este periodo hayan sido intermitentes. Catorce fracasos taquilleros después, la impresión general en Hollywood, era que Brando estaba acabado.
Es entendible, entonces, la cautela con la cual la Paramount cedió ante las insistencias de un joven director quien consideraba a Brando el ideal para protagonizar su adaptación de The Godfather. Son legendarios los esfuerzos del director, Francis Ford Coppola para hacer el casting de su película. Es un ejercicio interesante imaginarse a todos los actores propuestos por el estudio para hacer el papel de Don Vito Corleone: Laurence Olivier, Edward G. Robinson, Ernest Borgnine, Frank Sinatra, Orson Welles, George C. Scott; talentosos todos, pero resulta imposible imaginarse a otro con la calidad humana, la fortaleza y la sensibilidad del Don Vito de Marlon Brando.
La madurez de Marlon Brando como actor, aparece en cada cuadro de su interpretación del ya legendario jefe de familia. La sutileza de sus gestos, el control de sus expresiones, la inolvidable inflexión de la voz. El gran acierto de Brando y Coppola es la tranquila dignidad con la que reflejan al capo, dándole al personaje una profunda humanidad, con la capacidad de conmover como un viejo rey de una obra de antaño. La dimensión que cobra la ópera magna de los Corleone encuentra, en la improvisación de Brando, la gravedad y la autenticidad de una figura trágica propia de Shakespeare o Esquilo. El cambio de punto de vista en la historia, la muerte del viejo rey, la coronación de su heredero, significa también el adiós de Brando a su gloria, el fin de su era, el relevo a la nueva generación, a los James Caans y Al Pacinos que vendrían.
Filmografía Imprescindible
A streetcar named Desire (1951)
Viva Zapata! (1952)
The Wild One (1953)
On the Waterfront (1954)
The Godfather (1972)
Last Tango in Paris (1973)
Apocalypse Now (1979)
January 07, 2006
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