1.
Television! Teacher, mother, secret lover. Muchas personas sueñan con salir o ser vistos por TV, lo cual equivale a la certeza de existir. La TV ordena el tiempo, nuestro tiempo, nuestras vidas. [rating a la baja, reality show, top models brasileñas please]
Que ha fraguado Dios, se preguntaba Morse. El mundo ha sido totalmente filmado. El futuro lleva el nombre de la incertidumbre. [The Contender, video escándalos, debates en prime time, enfoques y encuadres que muestren un signo positivo].
Es de los miedos que viven los medios. La TV es lo mejor del mundo, siempre que uno sepa librarse de ella. Luchar contra la soledad. [Baila o canta por un sueño, risas enlatadas, sit-coms para turistas, la nota roja en cadena nacional].
La TV no sólo llega primero, sino que monta el espectáculo. Un caballo de Troya, un regalo envenenado. La fiesta es una escapada, una huída hacia el exterior de la pantalla en busca de los demás. [Premios y lisonjas, falsa alternativas, homogenización de los mensajes]
Zappear de un país a otro. Conocemos mejor la imagen de los medios que la de nuestro vecino. Al final seremos pobres pero semiotizados. [Talk shows, on/off, re-runs, ídolos de la semana]
La imagen del fin de la imagen.
*Frases originales de Marc Augé, Anthony Giddens. Edgar Morin, Alejandro Piscitelli. Pierre Bourdieu, The Simpsons.
2.
Existen más de seis mil cuatrocientos millones de habitantes en el mundo. Y, justamente ahora, millones de televisiones encendidas conectan a algunos de estos sujetos distantes y dispersos del globo, frente al mismo objeto. Millones de televidentes activos.
La caída de las torres, la persecución de O.J. Simpson, el partido final de cada mundial de fútbol. Vivencias mundiales e instantáneas. Lo vimos ahí, mientras sucedía y en un sinfin de repeticiones posteriores. Las emisiones finales de cada Reality Show, de los concursos televisivos. Comerciales. La Tierra filmada. La tensión en la guerra del golfo. La resignificación de nuestro mundo en la imagen transmitida. ¿Cuántas formas de ver la televisión existen? ¿De cuántas formas podemos crearnos, representarnos y percibirnos frente a la pantalla?
Evitando el maniqueísmo, confirmamos que la televisión no es dañina en sí, ni la perpetua enemiga del hábito de la lectura; el televidente no es el receptor inactivo de una autoridad oculta. Y queda claro que el panorama opuesto, el fungir como ciegos apologetas de los avances tecnológicos y de las transformaciones mediáticas derivadas de los mismos, equivaldría a un progresismo acrítico y alejado de la posibilidad de comprender el fenómeno televisivo. Así, más allá de la elaboración de un juicio frente a la tv, optamos por las distinciones, por los matices entre los televidentes que crecen en el provecho del medio y los que se extinguen en las voluntades comerciales; optamos por el conocimiento de las transformaciones culturales y globales de los medios, como herramientas para eficientar vivencias. Hablamos de formas de hacer de este medio, nuestro medio.
Si bien es cierto que la televisión posibilita la homogenización cuando sirve a los fines meramente comerciales, es también la plataforma de despegue de los discursos locales. Así como sirvió a la desvinculación de los individuos de su entorno inmediato por el mediático, sirve también como espacio de representación mundial de localidades.
El gran negocio es la imagen, del uniforme Adidas y los Coca Cola drinkers a la video-política, los mercados compiten por generar el producto de aquellos públicos cautivos. Esta globalización es el riesgo del medio que exhibe y promueve deseos indistintos entre todos sus televidentes. Es la subordinación a la oferta sin variaciones.
Sin embargo, existe también la globalización cultural, entendida como la forma de estar con los otros, como cultura de la conexión en la que la pantalla muestra lo que como humanos nos une, el uso del medio como registro y construcción de historias distintas, como la posibilidad crear y no sólo viajar en las secuencias que se muestran. Pensada así, la tv nos mata al fantasear sus posibilidades y el poder de representarnos. Las implicaciones de la tele y sus modificaciones culturales, en este campo, enriquecen el diálogo. La televisión no sólo busca consumidores, sino transformadores.
La tv, el documental, la ficción y, en general, la producción audiovisual, son también espacios de creación y la formación de resistencias locales frente a la homogeneidad de los mensajes existentes, es el posicionamiento de otro interlocutor en un pódium global, nuestro representante en el diálogo mundial y la forma de conservar una identidad, viéndonos y renovándonos en pantalla.
3.
Y EL TELEVIDENTE, ¿QUÉ ONDA?
A ver, ¿para qué ver Telehit si puedo ver MTV?, ¿por qué nos es más interesante seguir paso a paso la vida de los famosos en Corazón, corazón que los sucesos importantes de la vida social en el Atando cabos? ¿Es mejor nuestro sentido del humor si vemos American Dad que si caemos en manos de Otro rollo con Adal Ramones? ¿Nos hace esto más cool, mejor informados, más conectados…? O, simplemente seguimos sin darnos cuenta que la agenda impuesta en y por los medios se refleja en nuestra percepción de la realidad; sin embargo, en uno de esos arranques de lucidez, podríamos preguntarnos: ¿qué demonios es la realidad?
Ya Pierre Bourdieu nos decía que la TV oculta mostrando. Hay un principio de selección en todo, se prefiere lo sensacional, lo que sea aparatoso, lo que permita montar un espectáculo (desde una tragedia nacional hasta la caída de un personaje famoso). Perdida la capacidad de asombro, hay quien se empeña en reflejar la banalidad de la realidad en programas de media hora y, en apariencia, existe un público cautivo que espera con ansias el inicio del show. Es difícil pensar que no existe un manual para hacer buen uso –cualquier cosa que esto signifique- de la TV.
Jerry Mander en su muy citado libro Four arguments for the elimination of televisión (Perennial, 1977) menciona que inclusive cuando el programa que estaba viendo había sido de particular interés, la experiencia era “antilife”, como si hubiera sido drenado o usado de cierta manera y que se sentía la víctima de un asalto ligero. No en vano su primer argumento es que la TV es una mediación de nuestra experiencia (cada vez menos natural). Esa postura la han repetido cientos de intelectuales, académicos y organizaciones en contra de la TV. Por ello, es un placer culpable confesarse tv junkie y eso a su vez es, para muchas personas, sinónimo de gente estúpida, alienada, vegetal, zombie, colonizada, apática, proclive a ser hipnotizada por los mensajes de los medios y objetivo fácil de la infuencia de los mismos. Contradicciones.
En Enfermos de Información (Paidós, 2005), Todd Gitlin advierte que no queda otra alternativa que adquirir una capacidad cognitiva específica para navegar ante el torrente tanto de ofertas como de contenidos. En su propuesta une tácticas de inatención (el ver lo que nos atrae y no ver lo que no nos resulta interesante) y estrategias de navegación: si la oferta es too much, determinamos nuestros favoritos, hacemos una clasificación, escogemos un segmento e ignoramos lo demás. Creamos una especie de carta programática más allá de canales y horarios, asumiendo una postura ante ello.
Gitlin, aunque sin referirse explícitamente a la TV, distingue ocho tipos de
1. El Fan: aquel que aprende a discriminar, que va en pos de sensaciones y un placer de identificación que pueda experimentar sin riesgo por la pantalla. Es más o menos leal con el objeto de su fanatismo y este le sirve como objeto de distinción que los distingue e identifica en relación a los otros. Los fans de The X Files son acérrimos y siguen creyendo: lo suyo es la esperanza.
2. El crítico de contenido: también marca sus preferencias pero su pauta es la aversión, pide transparencia, se aferra a la verdad y trata de denunciar las versiones sesgadas que nos presentan los medios. Se desenvuelve entre lo semiótico y lo sociológico, su mayor preocupación es cómo es y cómo debería ser el mundo sin, en su mayoría, tomar en cuenta a los demás (con su ilusión y su deseo de sumergirse en el torrente). Es, caso extremo, alguien que no entiende porque tanta gente disfruta de ver un talk show como el de Laura de América.
3. El paranoico: puede ser la vision gris de que la TV is the drug of the nation (Disposable Heroes of Hiphopcrisy) or the shiny one, TV rules the nation (Daft Punk). Ambos lados de la moneda son iguales, una función narcotizante, agujas de control sobre la débil mente de la audiencia. En este universo, todo es conspiración: tras cada video-escándalo se esconde El Innombrable, todo puede ser obra de un complot, reclamamos que ciertos shows nunca muestran a gente que es como uno y cuando lo hacen tratamos de encontrar la falsedad, el truco. Es el que se pregunta si Maussan on TV o esos expertos en lo para-normal nos distraen de asuntos serios o, si, al final, esa disputa de televisoras no es más que un ardid para dar la idea de competencia cuando sabemos que el contenido es el mismo.
4. El exhibicionista: todo lo hace por el status, se traga lo que sea, cambia de favoritos como de ropa interior. Le servirán como tema de conversación, como guía de compra, como modelo de vida. Es generoso, lo verá todo.
5. El ironista: ante el torrente, se relaja y se ríe mientras se nutre de información. Es posmoderno, entiende la broma, forma parte de la broma, hace la broma. Aunque hastiado, es conciente y tiene buen humor. Brinca y cambia de estilo sin perder nunca el ritmo. Es el que sabe que Cantar por un sueño es un negocio redondo por el costo de las llamadas de apoyo, el que ve con distante perplejidad Las chicas superpoderosas, Cold Case, Jerry Springer Show o los infomerciales, el que se ríe con The Soup y The Simpsons (la TV que se devora a sí misma).
6. El distorsionador: no hay muchos, es el cultural jammer que necesita de los medios para ver si se dieron cuenta que se critica y se burla de ellos. Fan de Michael Moore hace video mash up con material de las series, que descontextualiza y recontextualiza a su antojo las imágenes que la TV le provee. Su hogar es tanto la calle, la web y los festivales o lugares donde puede mostrar sus (re)creaciones.
7. El cesionista: aquel que desprecia la oferta y denuncia su carácter embrutecedor. Son los que traen en su coche la calca de “Kill your TV” pero, sin pena alguna, ven los partidos de fútbol o el último reality show, los que no saben o fingen no saber cual es el programa de moda. Su fin último es el exilio mediático.
8. El abolicionista: pregona que la TV domestica, ciega y socava con la cantidad de sugerencias tanto nuestra libertad como el placer. Un argumento primitivo y radical, puritano y antitecnológico que gana/pierde terreno según la temporada (ahora en boga después de la revuelta en Seattle). Una ilusión utópica, propia de los rijosos internacionales más ingenuos.
Estos son tipos modélicos. La realidad no es así. Todo se combina, se yuxtapone, se contradice. Un televidente con mínimo de inteligencia podría transitar por los estilos descritos y formar otro nuevo, elaborar mutaciones novedosas en su capacidad de abstracción, de entender y asir la vida cotidiana. Lo ideal sería que todos tuviéramos esa posibilidad de encontrar una utilización práctica, de entretenimiento y de obtener material educativo-cultural de la oferta televisiva, sin dejarnos sorprender por esa penosa dupla de personajes-producto/rating.
¿Cómo hacerlo? Ni modo, viendo TV y separando el grano de la paja, dejar de
4.
EN ESTA ESQUINA: UNITED PEOPLE VS TV
La TV es un buen target. Le podemos echar la culpa de todo: el aumento de la violencia, nuestra insensibilización ante la desgracia ajena, el fracaso de nuestro sistema educativo, la pérdida de los valores y lo que se acumule esta semana. Algunos sectores de la población no están conformes con el contenido ideológico o informativo; otros, la gran mayoría, piensan que hay demasiado sexo, vulgaridad y permisividad que propician ese relajamiento de las costumbres y las buenas maneras. Para todos ellos, sin embargo cambiar de canal no es una opción: tienen que demostrar su posición como forma de defensa/resistencia ante una programación del más bajo nivel. A continuación damos cuenta de cuatro posturas a nivel televidente que la cuestionan en alguno de los aspectos mencionados.
1. La organización norteamericana PTV (Parentstv.org) reconoce que la TV es el medio de comunicación público más poderoso, que contribuye a los cambios en el lenguaje, las costumbres y las actitudes sociales principalmente entre los jóvenes (según The Christian Science Monitor, “Television reaches children at a younger age and for more time than any other socializing institution except the family”). PTV tiene como misión el promover y restaurar la responsabilidad y decencia en la industria del entretenimiento. Han elaborado una Family Guide to Prime Time Televisión que ofrece un sistema que califica a los tv shows basado en los colores de las señales de tráfico (rojo para los negativos, verde para los positivos).
En su sitio web podemos ver además de estudios académicos y estadísticas relacionadas, el listado de los mejores y peores tv shows seleccionados por sus analistas. Un vistazo, los buenos son Extreme make-over: home edition, Dancing with the stars, Reba, Everybody hates Chris, American Idol, y los malos The war at home, The Family Guy, American dad, C.S.I., Desperate Housewives, The O.C., entre otros. Aunque aseguran no ser guardianes de la moral sino que su preocupación se relaciona con el horario y el canal en que los programas considerados están enlistados, en la arena mediática se configuran, en definitiva, como árbitros de la decencia.
2. La asociación A favor de lo mejor, A.C. (http://www.iccm.com.mx/) inicio en 1998 su lucha por elevar la calidad de los contenidos en los medios de comunicación. Su concepto de calidad está expresado como “un valor intrínseco y percibido que alcanzan los contenidos de los medios de comunicación, al cumplir con su función de contribuir al fortalecimiento de una mejor sociedad, a la elevación de la cultura, al desarrollo armónico de la niñez, a preservar las tradiciones, identidad nacional y afirmar los vínculos familiares, principios y valores universales y la dignidad humana”.
Su preocupación principal es la tendencia creciente de desórdenes sexuales, violencia, menosprecio a los valores de la familia y vulgaridad, que hoy por hoy, caracterizan a algunos programas, películas, publicaciones, videojuegos y páginas de Internet (o al menos, eso es lo que ellos aseguran que está ocurriendo en nuestro país).
A través del análisis de contenido, investigaciones y estudios internacionales , una encuesta nacional representativa, sondeos de opinión y testimonios de receptores de todas las edades, proponen fichas de descripción de programas tomando en cuenta variables como la creatividad constructiva, la afirmación de valores, pertinencia y adecuación (en cuanto horario y tratamiento), y la armonía comunicativa de esos tres elementos (que se marcan con una estrella) y las referentes a violencia, conducta sexual, vicios y adicciones, lenguaje y vulgaridad (marcadas por icono distinto para cada una de ellas).
En el análisis, un par de párrafos, podemos encontrar una sinopsis de la historia del show y las características principales de los personajes que intervienen.
Por ejemplo, Los Simpsons (transmitidos en México por TV Azteca 7) no tiene ninguna estrellita y si cada una de las variables negativas con doble señalamiento, mientras que Otro Rollo (Televisa Canal 5) tampoco tiene estrellitas pero añade más taches en conducta sexual, lenguaje y vulgaridad (aunque no tiene ninguna en vicios y adicciones). Sin embargo, no explican como se aplica ese criterio en situaciones concretas; en la página de Información sobre la calidad de los contenidos de los medios también se utiliza la técnica del semáforo (Walter Mercado obtiene un verde, Diálogos en confianza un amarillo y Tres metros bajo tierra un rojo).
3. La campaña “Ya estamos hartos” surgió en la blosgosfera. David Moreno, autor de la bitácora Reflexiones de un hijo del pop, lanzó las siguiente preguntas: ¿Hasta cuándo vamos a permitir que estos tipejos utilicen nuestros medios de comunicación para seguir envenenándonos a todos? ¿Hasta cuándo? ¿Podemos hacer algo al respecto? Su respuesta, Mails por una mejor televisión, fue una campaña que consistía en enviar un correo electrónico a los responsables de la programación de TV Azteca y Televisa exhortándolos a que hacieran uso de su pensamiento crítico y objetivo para que lo aplicaran en su trabajo. La fecha elegida fue el 15 de julio del 2005. Algunos blogs la apoyaron al poner un botón en el que, sobre las imágenes de conductores y personajes televisivos, se leía el mensaje Ya estamos hartos!; otros postearon en sus bitácoras copias del email enviado donde se podía leer a que programa atacaban y algunas razones –desde el plano personal y subjetivo-por las cuales se consideraba al mismo de mala calidad. La repercusión de la campaña, lamentablemente, no fue medida y queda, por tanto, como simple anécdota.
4. TV Turn-off week es el “biggest cleanup of our mental environment” según sus instigadores en Adbusters.org. Un evento mediático con repercusión mundial, con activistas en Australia, Brasil, UK, Canadá, Japón, Italia, USA y México, entre decenas de otros. Según datos de TV Turnoff Network se estima que 7.6 millones de personas participaron en el TV Turnoff 2004 (tan sólo en USA). La premisa es simple: para participar sólo tienes que apagar tu TV una semana y enrolarte en propagar la campaña por todos los medios posibles. En el 2005 se incluyo como parte de la estrategia, el TV-B-Gone -un control remoto ligero- que puede apagar casi cualquier televisión en cualquier lado (15 dólares, disponible en adbuster.org).
Nota: Independientemente de su posición ideológica (grupos de presión, preservadores de una moral anclada al siglo XIX, izquierda trasnochada y confundida, culture jammers), las cuatro posturas insisten en el discurso de que los medios pueden mejorar su contenido e invitan al televidente a actuar coordinadamente con ellos para dar a conocer su opinión a través de cartas, emails, llamadas por teléfono tanto a las cadenas de TV, anunciantes que patrocinan los tv shows como a las instancias legales y políticos en aras de lograr los cambios sugeridos y, de paso, proclamar ante todos aquello que si puede entrar en su casa (Monsiváis dixit).
5. Watching TV (algunas ideas sueltas al respecto)
1. El que un programa tenga alto rating no indica que sea el mejor.
2. Recuerda, los personajes de los TV shows son personajes de ficción.
3. Puedes gritarle a la TV pero ten por seguro que no te contestara (todavía no llega a tanto la interactividad).
4. Las imágenes (no) mienten; las risas enlatadas no son sinónimo de comicidad; lo mejor en cuanto información muchas veces se queda en el cuarto de edición.
5. Aunque suene reiterativo, los comerciales no forman parte del programa.
6. Si el show empieza con un disclaimer de la televisora, es un informercial.
7. Si alguien aparece en un programa como sujeto experto o fuente autorizada, que enseñe las credenciales. No es obligatorio creerle.
8. Los críticos se equivocan. Un programa bueno no lo es porque lo recomendó tal o cual persona; uno malo, tampoco. Hay programas malos que debemos ver.
9. Laura de América is evil.
10. Al final, si lo que ves no es de tu agrado, ten valor y apaga la TV (no pasa nada).
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