godard y el madison, en band of outsiders
por Cynthia Franco.
Nadie como Godard[1] para dar nombre e inspiración a esta sección de análisis y remembranza de figuras y producciones cinematográficas: Band of Outsiders. El título de este apartado Radiante debe su nombre a la película homónima del director francés Jean-Luc Godard, cuyas ideas, fascinantes y extremas, cambiaron el rumbo de la historia del cine desde hace cincuenta años, generando eco y polémica al interior del gremio y entre los cinéfilos, aún en nuestros días. Rodada en 1964, Band à part no sólo resulta admirable por el logro de condensar la visión de vanguardia del movimiento de la Nouvelle Vague, sino por la construcción de un trío de entrañables y fantásticos personajes, inmortalizados en la gloriosa secuencia de baile madison en el pasillo de una cafetería.
La historieta musical y amorosa de tres jóvenes y fantasiosos gángsters que se aventuran en la planeación y robo de una de sus propias casas, nos envuelve de inmediato en este mundo ‘a parte’ en el que viven, construido a partir de la imaginación juvenil, incierto y dudoso entre al destino trágico y la acción cómica, rayando el absurdo al margen de la realidad y, al mismo tiempo, cuidadosamente enmarcado por referencias certeras sobre su tiempo.
Basada en la novela Fools Gold, escrita por Dolores Hitchens (a su vez, un pseudónimo), la película es una red de referencias literarias reinventadas en las imágenes y en los diálogos de los personajes, comenzando por sus nombres: Franz, interpretado por Sami Frey, hace evidente la asociación con Kafka desde su parecido físico; Danièle Girard hace las veces de Arthur…Rimbaud y, Ana Karina, quien también fuera pareja sentimental de Godard, llena de magia y naturalidad a la ingenua Odile Monod, cuyo nombre proviene de la novela escrita por Raymond Queneau y del apellido de la madre del director.
En la búsqueda y experimentación de un cine que expandiera los límites del mismo al anular sus reglas con conocimiento de causa, reposicionando el enfoque de la juventud, jugando a insertar ficciones en el estilo propio del reportaje y bajo el constante punto de vista del narrador, Godard, a través de constantes alusiones, logra en Band à part un collage ensoñador en el que concuerdan Shakespeare, Eliot, Verlaine, Fritz Lang, Malraux, Breton, Chaplin, Legrand y la propia corriente de la Nouvelle Vague, en blanco y negro.
La secuencia de Madison Dance nos lleva al encantamiento con Ana Karina al centro, desplazándose con naturalidad entre un salto y otro e indiscutiblemente feliz de su realización. El baile empezó su práctica en Filadelfia en el 60 y, dos años después, llegó a las reuniones de la juventud francesa. Su práctica, sin pareja y en línea, sirvió a los intereses narrativos del filme al insertar en ella el audio con la contundente descripción emotiva de los personajes, contagiando y confundiendo entre la libertad y la melancolía. Una serie de aventuras que esconden su drama al crear una realidad sobre otra, ficción y cine lúdico sobre literatura.
Inscrita en la corriente de la Nouvelle Vague -iniciada en Francia a finales de la década de los cincuentas por un grupo de críticos y productores de la revista Cahiers du Cinéma-, la película se realizó bajo los principios de espontaneidad y bajo presupuesto de la misma, entre los que se cuentan: el rodaje en exteriores e interiores naturales, la filmación en Caméra Stylo al hombro, la oscilación estilística entre la ficción y el documental y, un tratamiento de personajes muy se alejado de la profundidad psicológica, sin necesidad de papeles secundarios en la historia.
Raoul Coutard, camarógrafo de guerra, emprendió con éxito el reto fotográfico del proyecto y, los actores, lograron la honestidad y sencillez requerida al plagar a sus personajes de gestos y expresión corporal abierta, acompañando la misma con diálogos que miran de frente a la cámara: una constante inserción de realidad característica del teatro de Brecht, misma que el director apreciaba y reproducía. Así, tanto la actuación como el movimiento de cámara, construyeron la espontaneidad y sinceridad que muestran en los logrados desplazamientos: azarosos e inquietos.
Arthur, Franz y Odile resultan tan cercanos en su actuación como paradójicos y absurdos al interior de los acontecimientos. La cercanía del director con el cine mudo y el gusto por los musicales, permite crear distancia entre los protagonistas y las complejidades de su psyque, provocando en el espectador la aceptación sin cuestionamientos de todo aquello que suceda en pantalla, al enfatizar su expresividad. La verosimilitud es el cuerpo y por eso, podemos no sólo bailar y escapar con ellos, sino guardar un minuto real de silencio.
La Nouvelle Vague se extendió años antes de la grabación de Band of outsiders, con la proyección de Au bout de souffle, en la que colaboró François Truffaut. Con el paso de los años, el grupo también conformado por Eric Rohmer, Claude Chabrol, Alain Resnais, Jacques Rivette y Robert Bresson, (varios de ellos formados en la revista liderada por André Bazin, Cahiers…), se desprestigió por la abundancia de adeptos y producciones, mismas que confundieron los principios del movimiento. Sin embargo, la corriente y la figura de Godard, se retoman e insertan en contextos distintos, tal como lo hizo Dogma en Dinamarca con la tarea de regresar a los orígenes del cine y destruir el tratamiento hollywoodense del mismo. Desde distintos ángulos y en distintos espacios, los postulados renacen y se leen bajo otra óptica, tal como el grupo de críticos hizo con Eisenstein y Chaplin en la corriente que, buscando no ser cine, marcó el siglo.
Fuentes principales:
Dvd y entrevistas de la película Band à part (Jean-Luc Godard), Criterion Colection. Bergala, Alain, Nadie como Godard; Paidós: Barcelona, 2003. MacCabe, Colin, Godard, Seiix Barral: Barcelona, 2003.
[1] Título del libro escrito por Alain Bergala.
December 15, 2005
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1 comment:
QUÉ BUEN ANÁLISIS!
GRACIAS!
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