June 09, 2006

band of outsiders

Wim Wenders. El domador de ciudades que vivió en Tijuana.


This is Travis, this is Wenders.
Travis pasó cuatro años perdido entre la frontera de México y Estados Unidos. Fue un hombre desierto por el desamor que le robó intempestivamente la memoria, los recuerdos y unos dientes. Travis estuvo en Tijuana. Vivió en la Zona Norte en una casa blanca que tenía un árbol verde y frente a ella los sábados y domingos se instalaba un swap meet donde compró el saco negro, la gorra roja y las sandalias que lleva puestas en la primera secuencia de Paris, Texas. El polvo estaba en el aire y Travis atorado en el pasado.

La toma más larga del mundo.
Wenders salió borracho de la ballena y caminó hacia la avenida Constitución para tomar el taxi rojo. Pasaban de las tres de la mañana y se detuvo a orinar en la fachada de un banco en ruinas. Ahí, en el suelo se encendió una voz quejosa que gritaba desde el futuro y debajo de unos cartones rotos: ¡Serán todos exiliados a una tierra de la que no se regresa! ¡Es un viaje a ninguna parte!¡Y si creen que eso será divertido…están muy equivocados!¡Quizá sea un pordiosero…, pero créanme! ¡Sé de que diablos les estoy hablando!¡No estoy loco!¡Y no me digan que no les avisé!¡Les avisé! ¡les avisé a todos!
Wenders terminó de orinar, se cerró la bragueta mientras seguía caminando y con la vista y a la distancia se cercioró de no haber manchado al vagabundo. Se detuvo en la esquina de la acera y apresurado sacó su cuaderno rojo y apuntó lo escuchado de memoria, de prisa, inexacto, hacia el futuro.

En el Dandy, comiéndose una carne seca.

Sentado en la barrita del Dandy del sur, a las once de la mañana, un miércoles de Champions League, Wenders escuchó a la cantinera platicar sobre sus deseos de ser actriz. Su interlocutor era un viejo de canas brillosas y mirada de cicatriz, un sordo que aparentaba estar en el ocaso no solo de una mala noche, sino de una mala vida. El discurso de ella era un ejercicio de fe que Wenders escuchó con atención. Al día siguiente apuntó estas notas en su cuaderno rojo:
“En el cine el actor no está expuesto al público, sino a la cámara, y sólo puntualmente, de hecho, unos cuantos minutos al día y casi siempre con la certeza de que podrá repetir cada toma si es necesario…el actor debe dejarse ver tal como es. Y también debe aprender a poder mostrarse, estar dispuesto a mostrarse a sí mismo…

La carne asada detona los signos.
Llegó una tarde a una carne asada en Playas, eran las 6:45, recién pasada “la hora mágica” que estuvo viendo desde los Mariscos Vallarta. Lo invitó un escritor con barba de lobo y ojos de ola que había conocido por casualidad en el malecón. El anfitrión cumplía cincuenta años y Playas era una fiesta: carne asada y cervezas Tecate. Roto el hielo encendió su cámara y grabó por horas. Las quesadillas, los taquitos, los tequilas, las sonrisas y los amigos. Al día siguiente revisó el material(crudo) y después de verlo dos veces anotó: Tenía la sensación de que sólo desde la esfera verdaderamente privada se podía comunicar algo que trascendiera de pronto por encima de la privacidad, algo que fuera verdaderamente general…por ello empecé a hacer películas como diarios, de forma muy íntima.

Empezó en esa carne asada.
Wenders llegó una tarde al bar Turístico y a la primera que vio, en una mesa del fondo, antes de sentarse en la barra, fue a Gloria. La séptima vida, la noche eterna. Su peluca y boca radiaban mientras le decía a su acompañante: A partir de ahorita, nuestra mesa se ha convertido en el planeta Urano y golpeteo con el nudillo la superficie, en eso se acerca un vendedor de rosas al que Gloria ahuyenta contestándole: A mi marido no le gusta que compre rosas porque luego me las como. Así que dale gas!, dale gas!
Wenders sentado desde la barra escuchó y vio todo en un plano abierto, como en las películas de Yasujiro Ozu. Gloria se dio cuenta de que la observaba y le gritó desde su mesa:
“Si necesitas una actriz, búscame en mi triángulo de las Bermudas: el Hawaii, el Patio y La ballena, soltó una carcajada y siguió: Y si me vas a grabar, tómame rápido, porque ya pronto parto de esta dimensión.

Gloria es una figura de fuego, un huésped temporal del vacío, de los huecos, y de los insectos. Saliendo del bar, Wenders anotó en su libreta: (lo más bello de las películas) es percibir de repente cosas universales en una representación sencilla y tranquila de lo cotidiano. Como en todas las películas de Yasujiro Ozu.

-ch. brown

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